No hace mucho, la liturgia ofrecía unas lecturas que, bien miradas, resultan un tanto sorprendentes. Una era la que recoge el primer milagro de Jesús según el evangelio de Juan, el de la transformación del agua en vino durante una boda en Caná de Galilea. La otra era la de Mc 3,20-21 (una de las más breves de la liturgia): “En aquel tiempo, volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”.